(De Jesús)
“De la altura más alta llegó el Niño para coronar sus vidas. Así, externamente, ella se había transformado en mujer.
Llegaron las horas del amor en soledad, por cada uno soportado, en el modo en que sus conciencias sabían, el más puro.
Sus almas eran de un rojo-sangre por el dolor hacia el otro.
El final fue luz que ninguno traicionó.
Cada uno de ellos tuvo sólo amor por el otro, como una sola cosa por el Niño. Era un tesoro escondido que los unía.
Ella salió de la sala, él le habló, como hace un padre con su niño.
En dos entraron en la alianza, aquella de donarse al Niño en el amor.
Después llegó la noche, el viaje comenzó.
Tuvieron que dejarse registrar. Nadie sabía donde.
Fueron rechazados de puerta en puerta. No había un lugar.
Tuvieron que estar con los animales, en el establo. Así fue establecido, del alto.
San José era pobre, la Madre tan tierna para el Niño que llegaba.
Ellos podían a duras penas soportar el dolor.
1971 – La Madre de Dios, con respecto al nacimiento del Niño
El milagro fue tan grande que los ángeles se asombraron.
¡DIOS se hizo hombre en un vientre humano!
No me fue concedido percibir el nacimiento.
Sería muerta de amor, así el Hijo mismo se hizo luz y atravesó mi cuerpo.
Un rayo de luz lo elevó. Estaba todavía atravesado por la luz cuando lo vi acostado a mi lado. Después su divinidad se recogió dentro de Su Corazón.
Estaba como enceguecida, por todo el resplandor que había en el establo. Esta visión fue solo para mí. Mi corazón parecía de cera. Se derretía de felicidad y de beatitud. A mi cuerpo no le había sucedido nada.
Quedó un signo.
Era todo tan inconmensurable que yo misma no sabía cómo había sucedido.
Ahora tendría que tocar al Niño. Casi se me paralizaba el corazón por el temor. Si no hubiera quedado así pura, este gesto me hubiera sido mortal.
Mi cuerpo temblaba todavía, invadido por el ardor a causa del nacimiento.
El Niño comenzó a llorar. Me había sido donado. Podía estrecharlo a mi corazón, del cual había nacido. Era tan dulce y me sonreía.
El Padre me lo donó según el cuerpo. Se había complacido por mi amor. Quedé casi sin respiración cuando sentí el Amor del Niño. Era sumergida en felicidad pura”.
(De Jesús)
“Ánfora toda santa, vivió tribulaciones de todo tipo, por las almas, porque ella amaba a las almas. ¡Por esto agradecedle! Fue Mi Corazón hasta que el Mío comenzó a latir. Mi pequeña joya en ella, ¡el Corazón de su corazón! Mi nacimiento fue maravilloso, como Mi venida. El Espíritu Me trajo al mundo y sacado del seno. Mi cuerpo entero estaba lleno de Espíritu Santo como en la Resurrección y no tenía necesidad de ayuda. ¡A Mí nada me está impedido!
Tomé Mi vía, no a través del cuerpo, sino del corazón. ¡El corazón es el centro! Ánfora de santidad, vivió tribulaciones de todo tipo, por las almas, porque ella amaba a las almas. ¡Por esto agradecedle!
La divinidad era en Mí, solamente envuelta en el cuerpo. ¡Mi cuerpo no era otra cosa que Amor! Era la primera transubstanciación de Mí mismo”.